martes, 14 de mayo de 2013

Un poco de doctrina social


En un artículo de Juan Manuel de Prada  para la revista XL Semanal, publicado el 12 de mayo de 2013, bajo el título de “Un poco de doctrina social”, en el que se refiere a las “viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas” (cosa que ocurre cuando “se desgajan del tronco común que les da sustento”), hace una recopilación de textos de la doctrina social de la Iglesia que me ha parecido interesante y que he querido recoger en el blog, comenzando por la falta de fidelidad de los católicos a esta doctina, que Benedicto XVI denunció en diversas ocasiones, refiriéndose a la «esquizofrenia entre la moral individual y la pública» que aqueja a muchos creyentes, de tal modo que «en la esfera privada actúan como católicos, pero en la vida pública siguen otras vías que no responden a los grandes valores del Evangelio».
Juan XXIII en su encíclica Mater et Magistra, cuando señalaba que «la doctrina social profesada por la Iglesia católica es algo inseparable de la doctrina que la misma enseña sobre la vida humana»; y es que, en efecto, poco sentido tendría defender la vida y la familia si al mismo tiempo no se defendiera una concepción del trabajo que permita a las personas criar dignamente a sus hijos. El trabajo -nos recordaba Juan Pablo II en su encíclica Laborem Exercens- es una condición para hacer posible la fundación de una familia, ya que esta exige los medios de subsistencia, que el hombre adquiere normalmente mediante el trabajo.
Juan Pablo II nos dice en su encíclica Centesimus Annus: «La obligación de ganar el pan con el sudor de la propia frente supone, al mismo tiempo, un derecho. Una sociedad en la que este derecho se niegue sistemáticamente y las medidas de política económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles satisfactorios de ocupación no puede conseguir su legitimación ética ni la justa paz social. Así como la persona se realiza plenamente en la libre donación de sí misma, así también la propiedad se justifica moralmente cuando crea, en los debidos modos y circunstancias, oportunidades de trabajo y crecimiento humano para todos».
El propio Juan Pablo II, en Laborem Exercens, recordaba que es obligación de los cristianos «recordar siempre la dignidad y los derechos de los hombres del trabajo, denunciar las situaciones en las que se violan dichos derechos y contribuir a orientar estos cambios para que se realice un auténtico progreso del hombre y de la sociedad». Y añadía que la mayor verificación de su fidelidad a Cristo la muestra el cristiano en su compromiso con los pobres, que «aparecen en muchos casos como resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano: bien sea porque se limitan las posibilidades del trabajo es decir, por la plaga del desempleo-, bien porque se deprecian el trabajo y los derechos que fluyen del mismo, especialmente el derecho al justo salario, a la seguridad de la persona del trabajador y de su familia».

1 comentario:

  1. Muchísimas gracias; muy interesante!!.
    Os eché de menos en Covadonga. Fue una experiencia fantástica y muy interpelante el testimonio de los oferentes y su manera de vivir el compromiso con la justicia que brota de la fe, cada uno desde su vocación específica y en distintos lugares, fue impresionante. Se vieron muchos pañuelos en torno a los ojos.
    No os lo perdais en la Web. !!ah!! y coincidimos con la Asoc. Acit Norte que celebró allí su Asamblea. Un abrazo a todos Helena

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